
Hermanamiento en la tierra del maíz
Por CARLOS GÓMEZ
En algunas regiones de América se presume que de sus tierras es originario el maíz. En México, dos lugares se disputan el origen y domesticación del maíz: Tehuacán, Puebla, y Tlaxcala. Apenas hace un domingo presencié las actividades conmemorativas del Día del Maíz en el Zócalo de la Ciudad; las que dependían de Sectur las dirigió el promotor cultural, ahora funcionario, César Daniel Madruga siempre acompañado de Colibrí, su esposa.
Una joven sajona hablando español con acento inglés ataviada con una blusa típica de manta fue una de las anunciadoras. Entre la fauna humana de mestizos que estaban vestidos con ropas de inspiración indígena fashion había un verdadero grupo de campesinos de San Sebastián Amanalco portando una manta con la leyenda “Por la defensa del maíz” teniendo como marco de fondo la Catedral de México.
Al final de una ceremonia de inauguración, durante la cual los funcionarios estaban bajo un toldo mientras que los presentes estábamos a merced de la lluvia, el grupo de activistas de la campaña “Sin maíz no hay país” mostró bajo ese toldo una gran manta en la que se leía “No al maíz transgénico”.
El tiempo vivido sobre el planeta permite identificar la simulación y también las expresiones verdaderas. Precisamente en el campo de los propósitos genuinos está el escultor y muralista Ariosto Otero, (amigo de César Daniel), quien con su propio peculio produjo una escultura gigantesca inspirada en una mazorca de maíz. Además por casi una semana produjo apoyado por otros artistas un mural en el Zócalo mismo.
Cuando visité al maestro Ariosto en su taller le compartí la idea de hacer un mural conmemorativo del encuentro de europeos y tlaxcaltecas. Le dije que los tlaxcaltecas habían sufrido por siglos el injusto estigma de traidores; que plasmar en un mural una historia de reconciliación justamente en la capital de la entidad federativa cuyo nombre está asociado al maíz tenía una gran significación porque aún existía el cultivo de esta planta en variedades distintas, algunas endémicas como el maíz-ajo de Ixtenco.
Comuniqué por vía telefónica a Ariosto con el maestro Cesáreo Teroba Lara, cronista de la ciudad de Tlaxcala, y con ello continuó la narrativa de la posibilidad de que algunos artistas tlaxcaltecas hicieran equipo con el escultor-muralista en la ceración de la obra que celebrará también el esfuerzo del saneamiento de los ríos de la región asociado al cultivo del maíz.
Después hablé personalmente con la joven secretaria de Turismo del Estado de Tlaxcala, y Anabel Alvarado mostró interés por la idea.
Estuve del 2 al 5 de octubre pasados en la ciudad de Tlaxcala atestiguando los eventos que se organizaron en el marco del hermanamiento de esa ciudad con Guadalupe, Nuevo León, y el 494 aniversario de la cuna de Xicoténcatl, y volvió a sorprenderme la genuinidad y frescura de los tlaxcaltecas en sus danzas y cantos de identidad. Los mexicanos debemos mucho a Tlaxcala, es el tiempo correcto de devolverle algo a una sociedad generosa cuyos ancestros sembraron su sangre en el noreste de la Nueva España teniendo una actuación evangelizadora que apoyó el reforzamiento del mestizaje.
Tuve el privilegio de presentar en su homenaje al matador guadalupense Eloy Cavazos Ramírez, cuyo nombre se impuso a una de las principales arterias de la ciudad de Tlaxcala, y de ser testigo de la fraternidad entre dos damas: Cristina Díaz, alcaldesa de ciudad Guadalupe, Nuevo León, y Anabell Alvarado Zempoalteca de Tlaxcala en donde “echaron la milpa por la ventana” para recibir a los nuevoleoneses. Ahora el hermanamiento que sigue es el de las ciudades de Tlaxcala y Puebla.
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