Ariosto Otero es un artista contemporáneo de origen mexicano que dedica su vida al arte mural. Ha realizado, durante sus más de treinta años de carrera artística, cerca de cincuenta obras murales. Gran parte de su pintura se halla en la Ciudad de México, principalmente en la delegación Magdalena Conteras donde, tan sólo entre 2000 y 2004, crea más de una decena de murales monumentales. Sus obras se encuentran también en otros lugares de la ciudad de México muy frecuentados, como por ejemplo la plaza « Merced 2000», antiguo espacio de la fábrica de hilos Cadena. Ahí realiza tres grandes murales a fines de los noventas. Otros murales se encuentran en algunos edificios de Gobierno, como en el Sindicato Nacional de Trabajadores o en el « Salón Revolución » de la Secretaría de Gobernación. Ariosto Otero crea murales también en Bogotá, en Buenos Aires y en San Ignacio de las Misiones (Paraguay). Con ello se implica profundamente en la promoción panamericana de este largo saber-hacer pictórico heredado del movimiento muralista post-revolucionario, el cual es considerado por muchos como el primer movimiento artístico de relevancia en América Latina. Su posición como presidente de la Unión Latinoamericana de muralistas y creadores de arte monumental lo convierte en uno de las más importantes figuras del género. Habiendo dado varias conferencias en diversas universidades latinoamericanas, Otero sueña ahora con la creación de una Escuela Nacional del Muralismo en México, destinada a la preservación y a la enseñanza de este arte, nacido en el fervor artístico posrevolucionario.
Más que un simple soporte o una técnica cualquiera, el arte mural constituye para Otero un verdadero oficio que implica un largo aprendizaje, una investigación constante sobre los materiales empleados, un buen conocimiento de la historia y de las dinámicas sociales y, como él mismo dice, un compromiso entero con el mundo. Como lo recuerda Ariosto Otero: “El mural no se les debe caer encima a las personas. Por el contrario, deben entrar a él para entenderlo. El mural es una gran película fija. La mejor escenografía fija de las artes visuales que jamás haya existido”.David Alfaro Siqueiros, uno de los iniciadores del movimiento muralista mexicano que surge en los años veinte, mencionaba que en la práctica muralística no se trata de pinturas de caballete, “sino más bien de otra disciplina, que, durante su creación, pide la aplicación de otra estructura mental.”
Si el resurgimiento de la pintura mural mexicana se da en los años veinte no es sin embargo sino hasta los años cincuenta que dicho arte sale de los interiores de los edificios para enfrentarse a los caminantes en la calle durante sus idas y vueltas de todos los días. Esto se dio sobre todo cuando los muralistas decoraron la Ciudad Universitaria de la capital mexicana. Es entonces bajo esta perspectiva que debemos considerar el trabajo de Ariosto Otero, cuyas obras se integran al tejido urbano, al paso incesante de gente, de coches y camiones. Obras que además están expuestas a la lluvia y al sol ardiente.
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Patrice Giasson
Doctor en Literatura comparada por la Universidad de Montreal,
Maestro en Estudios Mesoamericanos por la
Universidad Nacional Autónoma de México.
Está actualmente desarrollando en París un proyecto postdoctoral
en el Centre de recherches surles arts et le langage (CRAL) de l’EHESS.