Cuando lo que quede de los pueblos a los que no se les ha permitido la educación, la salud, el arte, la cultura y el desarrollo, deambulen por las calles pisoteando la riqueza que poseen y que es explotada por otros, nuevos campos de violencia llenarán nuestra mente y nuevas ofrendas de sangre alimentarán como hoy nuestra propia tierra.
Lo que fue ayer se olvidó hoy, la memoria está pero el recuerdo se ha perdido una gran enfermedad…la perdida de la memoria ya se padece.
La frontera esta allí, voraz espera, los hombres de la guerra con su justicia disfrazada de bella entre las dunas los acechan, nos observan entre la oscuridad de su visión y sólo son sus propios héroes.
Grandes tubos, gigantes de metal llevan el producto, el nuevo alimento, el enorme atoleoducto que nos da el sustento desde los ancestros. Un pueblo levanta al otro buscando la esperanza, el hierro con su nueva marca, quema nuestra existencia cada día, es el cobro de la deuda, humillados y ofendidos nos damos la mano aunque quizás ya nos odiamos, en esa redención Bartolomé de las Casas regresa para salvarnos de Repsol, Santander, BBVA y Hsbc como un signo de esperanza. La juventud se venga entre sí misma rayando las paredes del vecino mientras la limosna del niño payaso se derrama por Reforma y la corrupción en forma de animal legislando, nos observa. Horda de pueblo en esperanza claman por la vida ante los hechos, el obrero sólo alcanza a pedir sobre el derecho, exponiendo símbolos caducos, mientras del centro del pasado resurge de nuevo el pensamiento de una raza que perdió el ejemplo y una madre ofrece un nuevo ser para la lucha.
Bendecir el pasado es la misión, arrepentido esta pero regresa, conquistando la banca y el progreso entre águilas tigres y jaguares, vientos callejeros soplan gases para su alimento. La violencia galopa y la sangre del pueblo que se mata es la pena que llora la bandera y la súplica conteniendo al arma nos recuerda que somos mexicanos. Un nuevo orden galopa sobre el pueblo, jineteados por los ejércitos fantasmas en llamaradas rescatan a sus héroes que cotidianamente nos regalan los medios.
El grito, la protesta la súplica los gestos, están aquí pero hay silencio, el cargador del niño limosnero, los enmascarados conectados al corcel avientan las semillas de su estercolero, Monsanto envenenando el suelo por sus tubos nos caga el alimento mientras el vecino reparte las armas para los muertos.
Ariosto Otero